miércoles, 8 de diciembre de 2010

Crisis de la enseñanza. Crisis de valores.

Escuela Normal Superior "República Oriental del Uruguay"


Espacio: Psicología y Cultura del Alumno del Nivel

Profesora: Margarita Creppy

Alumno: Cristhian Hernán Bourlot

Año: 2000

Monografía: Crisis de la enseñanza. Crisis de valores.

Fecha de entrega: o5 de Noviembre de 2000






Introducción


Parece que desde hace ya tiempo se habla de la escuela como una institución en crisis, ya que no cumple con sus objetivos, en la cual los valores se han perdido, donde nadie sabe a qué sujetarse; principalmente los maestros. Pero es cierto también que esta tendencia pretende quedarse por mucho más tiempo. Nadie plantea ya la escuela como algo que ha progresado mucho desde los tiempos originales de esta institución, por lo menos es la impresión que uno se lleva cuando escucha las noticias, lee un periódico o escucha lo que se dice de esta.

En la escuela, a su vez, siempre que se problematizan las situaciones educativas se deja de lado las fortalezas con las que aún se cuenta.Es así que se quitan las partes fundamentales del rompecabezas y la justificación es muchas veces "¿para qué atender las cosas que andan bien si ellas seguirán funcionando así?". Es cierto que el punto prioritario son las adversidades, pero ellas no están flotando como tales en medio de la nada, ellas están articuladas con el resto de las situaciones -buenas o malas- en la institución. En consecuencia, cuando se modifica una situación adversa a través de la problematización, se deben adecuar también las fortalezas para que sigan funcionando en el contexto modificado.

El punto a problematizar en este trabajo no es el de todas las situaciones adversas del sistema educativo, sino sólo un elemento constituyente de los contenidos que parece afectar todo el proceso de aprendizaje, "lo actitudinal". Consideraré también los valores como elemento fundamental de las actitudes que impulsan conductas. El maestro será la fuente de la cual emanan los valores que asimilarán los alumnos y conducirá la formación de los mismos mediante la autoridad que él representa. Él será también el especialista en generar las actitudes positivas en sus alumnos y pulir las malas.


Desarrollo

Suponiendo que tenemos un profesor o maestro que sabe los contenidos conceptuales a enseñar y cómo enseñarlos (procedimentales), hay que agregarle a este prototipo una visión que le permita ver el impacto de los mismos en sus alumnos después de haber preparado el camino con la formación de ciertos valores en los discentes.
Aquí la significatividad de los contenidos y las técnicas para enseñarlos pasan a un segundo plano, tenemos que asegurarnos de que el suelo esté hidratado y con minerales antes de plantar la mejor semilla.
De esta forma podemos decir que la matriz del aprendizaje lo constituye la actitud fundada en los valores que actuará en el alumno como un selector de conocimientos.

Una vez que acordamos que los valores es la parte más importante en la educación porque ellos promueven actitudes permanentes hacia el estudio que se traducen en conductas tales como estudiar por sí solos, afán por el conocimiento, búsqueda constante de información, etc.; ¿qué valores debemos fomentar o de dónde sacamos referencias para seleccionarlos?
Podríamos decir que la solución a este problema sería llamando a especialistas, disertadores éticos y moralistas, críticos de la sociedad, etc., para que enseñen lo que en teoría es deseable y bueno para los alumnos.
Esto plantea dos problemas por los cuales no es efectivo. Primero, los valores que se enseñan a los alumnos no parten del discurso teórico sino de nuestra conducta cotidiana frente a ellos. Segundo, al igual que los alumnos, nuestros valores primordiales no se aprenden leyendo, ellos son producto de una práctica de vida, los asimilamos del contexto y hacemos nuestra propia interpretación de los mismos, no podemos aprender valores por definición si no encontramos un referente en la sociedad y muchas veces este referente es anterior.
Todos tenemos un cúmulo de valores qu no hemos aprendido en forma consciente y forjan nuestra personalidad. Ahí está el reto, hay que mirar hacia adentro (introspección). ¿Pero cómo saber si nuestros valores son deseables?...¿Quién admitiría que no?
No, la situación es tan vanidosa. Nuestros valores pueden compararse con los de la sociedad y si bien pueden estar por encima o por debajo de lo aceptable, es ella quien nos ha permitido que los desarrollemos -aunque siempre condicionando y no determinando-.
Con esto sólo hemos delimitado el origen de los valores y que su existencia, más allá de que puedan ser cuestionados, son producto de la misma sociedad que los critica.
Los valores deseables son aquellos superiores a la voluntad del individuo, y aunque son verdades que escapan a nuestro mundo simbólico, ellos surjen de conceptos tan difíciles de delimitar como la libertad, autonomía y apertura a lo social.
En la sociedad contemporánea existen valores que ciertamente no son los deseables pero una vez que se han autodefinido los propios como los correctos, después de un minucioso autoanálisis, mediante el rol de guía se puede enseñar a discriminar a los alumnos entre buenos y los malos valores, pero con la apertura suficiente como para no instalar un mecanismo de "repulsión" hacia los malos valores. Estos pueden ser entendidos como tales sin la necesidad de crear sentimientos de desprecio, porque esto sólo inhibiría el trato objetivo de los mismos.
Es bueno retomar aquí la idea que la transmisión de valores no se da mediante la disertación, los valores son asimilados por los alumnos directamente de nuestra conducta en edades tempranas, sólo cuando han conseguido un grado de abstracción lo suficientemente elevado se pueden transmitir los valores por medio de conceptos y reelaborar los mismos, pero en la mayoría de los casos hay valores fundamentales que no se erradican tan facilmente, por el efecto, durante la niñez, que han producido los adultos en dichos individuos. Esto quiere decir que si en alguna oportunidad somos irónicos, agresivos, faltos de afecto, impacientes; no podemos reprochar que ellos actúen así en edades posteriores. Y lo malo de las malas conductas es que muchas veces se necesita un sólo ejemplo para ser asimiladas.
La enseñanza de valores se complejiza cuando nos damos cuenta de que no somos los únicos referentes de los niños y/o jóvenes. Pero tampoco podemos responzabilizar siempre al otro, a la tv, a los padres y no hacer nada desde nuestra función como para tratar de revertir la situación.
No importa cuanto haya de malo en los valores de los educandos, si es que somos competentes para juzgarlos, no debemos acentuar estos prejuicios recordándoles todos los días los malos que son, lo peridos que están, porque no seríamos objetivos ni siquiera promoveríamos el cambio. Hay que mostrarles los beneficios y perjuicios de tal o cual conducta y actuar como aquella que predicamos.
En cuanto a los demás referentes hay que pensar que algún día seremos la tv, los padres, el amigo de la esquina, si nos esforzamos por fomentar los valores que creemos correctos en base a la apertura.
Otra cosa que no podemos hacer es detener el tiempo e instruir a toda la sociedad, hay que ejemplificar desde arriba, lo cual influirá en todas las direcciones, especialmente hacia abajo que en este caso es lo que más nos preocupa.
La teoría nos habla de autoridad libertadora, de la formación de seres autónomos y que puedan ilustrarse.
El rol de la autoridad libertadora compete a todo aquel individuo responsable en la formación de valores deseables, mediante el respeto, la discreción y lo objetivo. Los seres autónomos son el producto de tal autoridad que van a decidir si quieren o no ilustrarse, y si hablamos de seres autónomos con valores deseables tnego que hablar de "verdades únicas" que fundan esos valores. Las "verdades únicas" se definen por sí solas, no son definidos por la sociedad; ellas encuentran en la comprensión humana una descripción "aproximada" incapaz de ser definida por lo que es en símbolos significativos, al menos por ahora. Las verdades son exteriores a nuestra naturaleza del pensamiento.


Conclusión

En todo individuo en formación hay una actitud positiva hacia el conocimiento, esa es su naturaleza, y la llave para esas actitudes son los valores.
Todo el mundo cree que los valores de las generaciones pasadas fueron mejores que los actuales y por eso la educación era mejor o no estaba en crisis. Lo cierto es que la sociedad al igual que los valores han cambiado. Hay que mirar hacia nuestros orígenes, pero no para anhelar estar ahí, sino para ver qué hemos cambiado y cómo adaptar esos cambios a la educación y viceversa. No hay que cambiar radicalmente lo instituído, hay que ver las fortalezas y flaquezas de nuestra realidad y operar sobre ella para, en base a lo que tenemos, pulir asperezas.
En algunos aspectos cambios radicales son factibles, pero sólo en la parcialidad o una parte del proceso. Tampoco hay que promover el cambio porque sí cuando la tendencia general es esa, a veces un cambio en tiempos de cambio significa contruir una línea con el objeto de crear buenos cimientos, divisar constantes que nos permitan encontrarnos e identificar variables.
El discurso original de la práctica educativa no es algo que se haya perdido, ni que se pueda perder sin que la institución desaparezca; él simplemente va tomando la forma del tiempo que atraviesa. Esos cambios toman la forma de las generaciones impregnadas con modelos anteriores que constituyen un eslabón en la cadena y al igual que otras generaciones, no pueden escapar a su condicionamiento, cuyos valores deseables son de esperar sobrevivan como así también ciertas convicciones erróneas. Cuando estas nuevas generaciones ven desde un punto muy subjetivo que las cosas son diferentes -como deberían ser- (especialmente aquellas que pierden esperanzas con el transcurso del tiempo o porque su discurso ya no tiene vigencia por falta de apertura), creen que todo lo anterior se ha desvanecido y se produce la crisis de valores, o creen que es así. Pero no es así, los cambios en la cultura institucional y de ahí nos podemos trasladar a la cultura general, son producto de la actuación de la propia generación ahora a cargo de un período en el tiempo que está viendo sus resultados.
Nada se pierde en la naturaleza -hasta la social y en consecuencia sus valores- todo se transforma.
Busquemos adaptarnos verdaderamente a este fenómeno natural e irrefrenable, pero también busquemos modificarlo.

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